«Este virus me está robando tiempo que vivir con mi padre»
Esta crisis sanitaria ha provocado que muchas familias lleven semanas sin poder ver y abrazar a sus padres o familiares ingresados en una residencia
Inmaculada Acién
El Ejido
Domingo, 12 de abril 2020, 20:25
Todas esas familias que por diversos motivos tienen que tener a sus padres o familiares en una residencia de mayores viven estas semanas con angustia y temor, pendientes del teléfono, conocedoras de que esta pandemia del Covid-19 se está cebando con la tercera edad y con la gran tristeza de además tener que estar separados durante tanto tiempo.
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Periodismo y compromiso
Este es el caso de Montserrat Llobregat que, junto a sus hermanos, tuvo que ingresar a su padre en una residencia el pasado 27 de enero y que lleva desde el 4 de marzo sin poder verlo, salvo algunas vídeo llamadas en las que pueden hablar unos minutos.
–¿Cómo está viviendo esta situación?
–Son muchos sentimientos encontrados. Lo primero que ves es cómo el 70% de las residencias, si no más, están muy afectadas por casos graves de Coronavirus y eso hace que se te ponga el cuerpo malo. Pero estoy muy agradecida a la dirección de la residencia porque sé que mi padre está muy bien atendido y cuidado, y por las medidas que han tomado para intentar evitar que haya contagios. Por otro lado, es muy duro no poder estar con él y abrazarlo, tienes que confiar en lo que te cuentan de que está bien, pero solo piensas que se tiene que sentir solo. Nos hacen vídeo llamadas, pero él no entiende lo es eso y como el 80% de los que están allí, lo que hace que además esos momentos tengan que ser con algún enfermero cerca y no podamos además tener un poco de intimidad en esos momentos. Además, el 4 de abril fue su cumpleaños y no pudimos vivirlo juntos. La última vez que hablamos no dejaba de preguntarme cuándo iba a ir a verlo y se te parte el alma. Tuve que soportar ese nudo en la garganta y ser fuerte durante ese momento para que no notara mi tristeza, aunque después te derrumbes y llores.
–¿Qué medidas ha adoptado la residencia?
–A mi padre lo tenemos en la residencia de Dalías, porque cuando buscamos plaza, en El Ejido no había y tenían una larga lista de espera. La dirección de la residencia decidió que el 4 de marzo sería el último día que dejaba entrar a los familiares y cuando se decretó el estado de alarma redujeron la plantilla y tomaron la determinación de que se quedarían dentro de la residencia y solo salen por la noche a dormir a sus casa, para reducir al máximo el riesgo de contagio. Creo que fueron rápidos en tomar medidas y les estoy muy agradecida por ello.
–¿Llevaba muy poco tiempo en la residencia su padre cuando sucedió esto?
–Lo ingresamos el 27 de enero, así que prácticamente habíamos terminado el período de adaptación, que también fue duro hasta que se habituó a que se tenía que quedar allí, cuando ya estábamos con esta crisis sanitaria. Cuando ya podíamos comenzar a sacarlo para poder comer juntos, pasar el día juntos, llegó esta situación de crisis sanitaria. Mi padre sufrió un ictus y desde el pasado mes de agosto su estado de salud y físico se ha deteriorado mucho. De hecho, entre septiembre y enero, el cambio fue muy rápido. Un día andaba y al siguiente no podía. Un día comía solo y al siguiente no. Un día te reconocía y al siguiente no. El neurólogo nos explicó que sufre decenas de microictus diarios, que además se le complican con principio de alzheimer.
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–¿Qué le transmitió su padre la última vez que hablaron?
–La última vez fue muy bonito porque hay días que no me reconoce, pero el último día que hablamos estaba muy lúcido y sabía que algo estaba pasando. Cuando le expliqué más o menos lo que sucedía, él sólo decía que algo muy grande estaba pasando, pero que él estaba bien. Evitan ponerles la tele mucho tiempo para que no se preocupen por sus familiares y para que no sufran, porque lo tienen que pasar mal aislados si saben lo que está sucediendo. Les hacen fiestas, juegos y actividades para mantenerlos ocupados, pero llevan ya mucho tiempo sin poder salir ni al patio. Es muy duro porque fueron los primeros en aislarse y van a ser los últimos en poder salir y en poder ir a verlos.
–¿Qué sensación tiene después de tantas semanas?
–La sensación es de rabia e impotencia. El tiempo pasa y este virus me está robando el que me queda por compartir con mi padre (dice emocionada) y a lo mejor no abren las puertas de nuevo hasta mayo o junio. Todos los días me acuerdo de él y no puedo llamarlo, porque además, tal y como está no puede tener teléfono. También se mezcla el miedo, porque en febrero tuvo que estar ingresado en el Hospital de Poniente por un cuadro de saturación de oxígeno. Lo reanimaron y le dieron el alta. Ahora tenemos el miedo de que eso le pueda dar de nuevo y tengan que volver a ingresarlo tal y como está la situación o que en una de esas crisis se nos pueda ir. Y se te parte el alma de pensar que eso pueda suceder y nos estamos perdiendo los momentos que nos quedan por compartir.
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–¿Cómo lo están viviendo sus hermanos?
–Todos los estamos pasando mal, pero es verdad que yo al menos puedo verlo, porque cuando nos hacen la vídeo llamada es a mí a quien llaman.Yo grabo todas las vídeo llamadas para que ellos puedan también verlo, pero no es lo mismo. Mi hermana, por ejemplo, lo está llevando muy mal porque tiene la sensación de que lo hemos abandonado. Es algo que valoramos mucho cuando tomamos la decisión, porque todos tenemos que trabajar, tenemos niños y no podemos estar las 24 horas con él. Otra opción era tener a una persona en casa, pero al final consideramos que la residencia era la mejor opción, porque dada su situación de salud, allí tiene su rehabilitación con actividades contra el deterioro cognitivo, entre otros.Solo esperamos que esta situación pase pronto y podamos volver a abrazarlo en breve, a pasear con él y a vivir esos momentos en familia.
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