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Inmaculada Acién
E Ejido
Jueves, 1 de abril 2021, 23:58
Almerimar se ha convertido en fuente de historia esta Semana Santa, ya que la Nao Victoria echó el ancla en su Puerto Deportivo el pasado jueves 25 de marzo y aquí permanecerá hasta el domingo. Aquella nave que entre 1519 y 1522 realizó la Primera Vuelta al Mundo, la mayor hazaña marítima de todos los tiempos, trata de acercar ese importante período de la historia a los ejidenses estos días, antes de volver a levar anclas para volver a zarpar rumbo a otra costa, donde volver a contar cómo por primera vez en la historia un barco salió y regresó al puerto de Sevilla, capitaneado por Juan Sebastián Elcano, consiguiendo rodear el planeta.
Pero si curiosa es la experiencia de subir a bordo de este barco, más aún lo es embarcarse en él y vivir durante varios días en su interior. Una experiencia de la que pudo disfrutar la pasada semana el ejidense Salvador López. Una experiencia que afirma que ha disfrutado enormemente y que volvería a repetir.
Se confiesa aventurero y apasionado de la historia. «Yo había visto en programas de televisión un Galeón que hace la ruta de los Descubridores, que dura tres meses, sale de Huelva y llega a Sudamérica. Pero tres meses era muy arriesgado porque no todo el mundo se puede ir tres meses co el trabajo y en mi caso que además no tengo experiencia en navegación pues no era lo más recomendable», comenta.
Sin embargo, la oportunidad de vivir una experiencia similar pero en menor tiempo le llegó a través de las páginas de IDEAL. «Fue precisamente en IDEAL donde mi cuñado leyó que la Nao Victoria iba a partir de Sevilla hasta el puerto de Almerimar y quien quisiera se podía apuntar». Una posibilidad que ofrece la figura del 'Trainee'.
Un programa que la Fundación Nao Victoria pone a disposición del público por un coste determinado que depende de la duración del viaje y que contempla la posibilidad de viajar a bordo y participar de maniobras de vela, atraques, aprender sobre el mantenimiento y funcionamiento de este tipo de embarcaciones y vivir una experiencia inolvidable.
Un salto en el tiempo
«Lo que yo buscaba era dar un salto en el tiempo y experimentar qué pensaban nuestros antepasados cuando se embarcaban en una nave de estas características, porque nosotros hemos estado 18 personas, pero hace 500 años viajaban 60 personas por lo que nos contaban y además la gente hacía la vida en la cubierta porque abajo iban los animales como caballos, vacas y también los alimentos», explica Salvador López.
La suya ha sido una experiencia diferente a la de aquellos que viajaban hace 500 años, pero no exenta de curiosidades.
«Nosotros íbamos 18 y a la hora de comer solo hay una mesa. Se come solo un plato y una fruta por comida. Comes en un plato metálico, terminas, lo friegas y lo dejas para el siguiente que llega a comer detrás de tí, porque no hay 18 platos», explica, al tiempo que subraya que cuando te embarcas en una aventura así «no es la comodidad lo que se persigue, es reencontrarte a ti mismo, compartir estrechamente con gente que no conoces, gente a la que le gusta mucho la mar, tienen pasión por ella y que nos han ayudado y hecho amena en la medida de lo posible la travesía».
Para aquellos que están acostumbrados a llevar un ritmo relativamente rápido con el mundo actual en el que vivimos, el día a día en el interior del barco se puede hacer relativamente largo, pero permite vivir la naturaleza en su estado puro y respirar. «Hemos hecho algunas actividades y hemos tenido la suerte de tener viento de popa que nos ha permitido largar velas, que es todo un espectáculo sentir cómo el viento te empuja», señala López.
Pero son muchas más las cosas con las que se queda. «Hemos visto delfines navegando junto a nosotros, que se acercaban a jugar, ya que íbamos a poca velocidad. Pero me quedo también con los atardeceres y los amaneceres, con la convivencia en el barco. Para mi ha sido una manera de evadirme dos o tres días y pensar cómo vivían antes, qué les empujaría a embarcar sin saber dónde llegarían y cuánto tiempo tardarían con las condiciones en que vivían a bordo», afirma este ejidense.
Otros aspectos destacados fueron el paso del Estrecho que cruzaron a las cuatro de la madrugada. «No teníamos contaminación lumínica ninguna porque íbamos navegando a oscuras, ves las costas y sobre todo las estrellas, que te das cuenta que hay más de las que nos acordábamos que existían», señala López.
Es por ello que confiesa que es una experiencia que le ha gustado mucho «y que es más que recomendable, sobre todo en travesías cortas de dos o tres días».
El pinzote
La Nao Victoria que hay anclada en el Puerto de Almerimar es en realidad una réplica de la de hace 500 años. Cuenta ya con tres décadas desde su creación y desde que se echara al mar y en ese tiempo ha vuelto también a dar la vuelta al mundo como embajadora de aquel hito y símbolo de la historia marítima española.
Museo flotante y buque escuela, en los últimos diez años, la Nao Victoria suma miles de millas navegadas, ha visitado los principales puertos de toda España, Europa y Estados Unidos, y cuenta con más de seis millones de visitantes por todo el mundo.
Pero como buena réplica refleja todos los detalles, entre ellos el cómo era el timón en aquellos años. Y es que para quienes aún no la hayan visto, su timón no es de rueda, ya que hasta el siglo XVIII, el timón de los navíos era manejado con el pinzote.
«El pinzote era un palo que conecta directamente con la pala del timón, que hace que gire el barco hacia un lado u otro. Cuando estás en alta mar hay veces que puedes necesitar hasta a cuatro personas manejando ese volante para mantenerlo dentro de rumbo», explica Salvador López.
Ese es un pequeño ejemplo de las curiosidades y conocimientos que durante esta travesía que llevó a cabo entre el martes 23 y el jueve 25, partiendo del puerto de Sevilla hasta llegar a Almerimar. Junto a ello no faltaron talleres de simulacro de hombre al agua, de cómo actuar si el barco se hundía y «en la medida de lo posible hemos colaborado en la cocina o en largar velas, recoger velas, la vigilancia e incluso nos han dejado estar al timón».
Dos intensos días tras los que confiesa que cuando llegó a puerto y bajó del barco incluso se emocionó. «No sé si fue porque me tenía que ir y dejaba atrás esos amigos que había hecho o porque estaba llegando a tierra, o una mezcla de ambas», apunta, al tiempo que hace hincapié en que «ha sido una experiencia que te hace valorar todo lo que tenemos y que la vida es más sencilla de lo que pensamos».
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