Pepa Zaragoza, actriz
Pepa Zaragoza, actriz
Inmaculada Acién
El Ejido
Viernes, 10 de mayo 2024, 22:09
El 47 Festival de Teatro de ElEjido se acerca al final de su primera semana y lo hace con una propuesta divertida, sugerente, en la que las risas están garantizadas tanto por la obra como por sus protagonistas, y que pretende también hacer reflexionar al público sobre las desigualdades que aún existen entre hombres y mujeres, pese a que incluso en ocasiones se pueda no ser consciente de ello.
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Desde las 20.30 horas, el Auditorio de El Ejido acogerá la obra 'Las Asambleístas' (Las que tropieza), con Sílvia Abril, Gabriela Flores, Olga Hueso, Pepa Rus, Maribel Salas y Pepa Zaragoza, dirigidas por José Troncoso. Una obra para la que aún quedan entradas disponibles.
–Las Asambleístas es una obra con historia, pero también muy de actualidad.
–Así es. Troncoso, que es el director y en este caso también el dramaturgo del espectáculo, ha hecho una revisión del texto de las Asambleístas de Aristófanes, en el que está basado esta obra. Como creador contemporáneo, recuperó ese primer impulso de unas mujeres que quieren ir a la Asamblea para protestar por la falta de igualdad. Desde ese punto de partida, lo que Troncoso propone es una obra con varias mujeres, en las que reconocer problemáticas como violencia de género, a esa ama de casa que nunca ha podido dar un puñetazo en la mesa, a esa mujer que le gusta salir por la noche y no quiere que la juzguen por eso o por cómo va vestida... En la obra, todas ellas tienen que atravesar un bosque para llegar a la Asamblea, en el que todas tropiezan, porque a pesar de que quieren ser libres y tomar sus decisiones, socialmente dar ese paso es complicado a veces. El bosque se convierte en una especie de prueba para comprobar hasta dónde son capaces de aguantar para llegar a la Asamblea, donde se visten de hombres para poder dar su punto de vista.
–De hecho, se infiltran en la Asamblea para conseguir aprobar por gran mayoría una moción que transfiere a las mujeres el poder de los asuntos de Estado. ¿Cómo cree que sería un mundo gobernado solo por mujeres?
–No lo sé. En mi opinión las mujeres tenemos mucha capacidad de diálogo, de escucha y sobre todo de solidaridad, que es una capacidad que se nos ha querido quitar durante muchos años. Siempre se nos decía: «es que las mujeres cuando se juntan lo que hacen es criticar» y, en general, con mis amigas y mis compañeras de teatro, tenemos la impresión de que es una mirada muy masculina.
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Yo creo que si tomáramos el poder, ya de partida estaría bien solo por la alternancia. Hasta ahora no ha habido mucho bipartidismo en este sentido. Luego, como hemos podido comprobar en la política española, habría mujeres de muy diferentes líneas políticas, pero esa capacidad de diálogo la tenemos. Hemos sido cuidadoras durante gran parte de la historia y eso nos ha llevado también a ser más empáticas, a cuidar de la tribu. Por lo menos, sería justo.
–La obra lleva, por tanto, una crítica al sistema político y a las desigualdades entre mujeres y hombres, que si escarbamos todavía hay muchas.
–Exacto. Es verdad que si miramos a otras zonas del planeta aún quedan en muchos países y culturas mucho por recorrer desde el punto de vista de igualdad de género. Pero a nosotras también nos queda camino. La mayoría de actrices de este reparto nos damos cuenta de que no veíamos ese machismo cuando éramos jóvenes. Ahora al ver mucha ficción de aquella época, remontándonos 20 años atrás, no entendemos cómo podíamos aceptar aquellas barbaridades. Creo que ahora nos está tocando hacer esa revisión y mi generación se está dando cuenta de aquello que aceptábamos como normal. Hoy día tenemos mucho la lupa puesta, especialmente en relación a las adolescentes de hoy, para que sean conscientes de que no es normal que te juzguen por si bailas reguetón, si te pones un top o si quieres hacer carreras que se consideran masculinas, por ejemplo.
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A este espectáculo también vienen señoras mayores que nosotras, que se emocionan mucho porque se sienten identificadas aún con lo que contamos. Esta semana estuvimos en San Fernando y vinieron dos mujeres muy mayores. Al salir, una le metía prisa a la otra porque tenía al marido en casa, y la otra le contestaba: «tú no te has enterado de nada de la obra». Todavía quedan muchas ataduras que romper, por no hablar de la brecha salarial o de los puestos de poder.
–Las Asambleístas deberán resolver qué leyes son las que realmente harán que todo cambie por fin. ¿Qué ley crearía o cambiaría usted?
–Quizás pondría en los colegios que en educación hubiera una asignatura que abordara todo el tema de género, no solo la igualdad, sino también la identidad sexual y de género. En educación hay todavía mucho que decir. Cambio climático, valores, filosofía y género son temas que se tendrían que abordar, que puedan debatir y cuestionar como en una asamblea en el colegio. Menos materia y más reflexión.
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Otra de las leyes que pondría sería potenciar y proteger esa cultura teatral de los grupos aficionados que nutren los municipios de espectáculos, generan ambiente teatral y generan espectadores.
–Es una obra con mucho fondo, pero también una obra que nos hará reír.
–Estamos en una clave de comedia musical. Hay canciones, coreografías y hay mucha comedia. Está escrito en verso, en la métrica de comparsa de carnaval, porque Roncoso es de Cádiz. Te ríes y a la vez te hace reflexionar. Un lenguaje muy propio de Troncoso como creador y de las que estamos en el escenario que venimos de la comedia. Cuando te ríes la reflexión siempre es más profunda, porque sales del teatro y sigues acordándote de cosas. Pero también hay momentos que apelan a la parte más sensible del espectador y empatizan con esas mujeres.
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–¿Cómo es su personaje, Lacia?
–Define ese rol de las mujeres que consideran que ser mujer implica ser modosita, aceptar las cosas como vienen, no levantar la voz, estar siempre asustada de todo... Sin su novio ella no es nada, porque cree que necesita un hombre al lado que la proteja y la guíe. Eso hace que acepte cosas inaceptables y eso es ante lo que ella se tiene que revelar. Ella es encantadora, tierna, linda, pero en algún momento sacar el carácter es importante. Es una mujer que no pone límites y hay que ponerlos a veces. Todos los nombres definen un poco al personaje: Geométrica, Serviciala, Lanzada, Praxágora, y luego ya la Diosa. De hecho, las mujeres mayores se identifican mucho con Serviciala.
En el caso de Lacia es un personaje que me encanta y con el que yo me he podido identificar durante una parte de mi vida, hasta que te das cuenta que tienes cosas que decir y que no eres menos mujer por tener un carácter más fuerte.
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–¿Cómo ha sido trabajar con sus compañeras?
–Ha sido una delicia y muy divertido ver el trabajo de las demás. Cuando trabajas con actrices tan talentosas, te contagias. Se ha hecho un trabajo de elenco muy potente, de mucho juego, de mucho clown. De hecho, me hizo mucha ilusión hacer esta obra porque las admiraba mucho y no había trabajado con ninguna de ellas. Trabajar con ellas ha sido un regalo y de las cosas que te llevas para siempre. Se nota que todas tenemos una trayectoria teatral de tiempo, de saber que el teatro es equipo y hemos creado una hermandad. Además, se nota en el escenario.
–Ha hecho cine y televisión, pero es una mujer de teatro. ¿Qué tiene este género que tanto la atrae?
–El teatro tiene el elemento más básico de comunicación directa con el espectador. Para mí el espectador es un plus que hace que cada función sea única y que todo el tiempo estés testando lo que el está sintiendo. Eso es algo incomparable y no tiene precio. Ese aquí y ahora que tiene el teatro, para mí es algo muy motivador.
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–¿Qué mensaje le gustaría que calara en el público?
–Creo que les va a hacer cuestionarse cómo ellos mismos o ellas mismas se posicionan en el tema de género socialmente. Una reflexión amable pero profunda sobre cómo estamos en este tema ahora mismo. Está todo tan crispado a nivel político y social en estos momentos, que creo que las cosas también hay que tratarlas desde este lugar y es una de las tareas del teatro. Hacerlo además desde la comedia es hacerlo de forma más amable.
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