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Elizabeth De la Cruz
Domingo, 22 de enero 2017, 09:25
«Es una vuelta a empezar de nuevo, lo único es que ahora hay más riesgos de los que existía antes. No es que su hígado haya dejado de funcionar, es que funciona a medias porque nunca llegó a hacerlo al cien por cien». Así explica Mariló Benavides, la madre de la pequeña de Balerma que nació en 2013 con atresia de vías biliares, y que recibió en diciembre de 2014 un trasplante de hígado gracias a un donante fallecido, la delicada situación de salud por la que atraviesa su hija de 3 años, dos años después de su primer trasplante.
Y es que tras recibir el nuevo hígado, la pequeña Mariló recuperó su vitalidad y su nivel de bilirrubina bajó hasta niveles normales, «nosotros la veíamos muy bien, su piel ya no era amarilla y recuperó su energía», relata su madre. Sin embargo, cada pocos meses, en ocasiones semanas, las visitas tanto al Hospital Torrecárdenas como al centro donde se le practicó el trasplante en Córdoba, no dejaron de sucederse. «Primero se le detectó que tenía una obstrucción de la vena hepática, y para dilatar la arteria tuvieron que intervenirle para ponerle un muelle. En abril de 2015 su coagulación mejoró algo, pero nos dijeron que existía una trombosis portal, y paralelamente además, en noviembre de ese año, comenzó con las apneas a causa de las amígdalas, que hubo que quitarlas, pero como el hemograma estaba alterado los médicos no se atrevían», señala.
Con sus plaquetas y defensas cada vez más bajas, y la coagulación completamente alterada, los padres de Mariló se llevaron el peor susto posible el 23 de octubre del pasado año. «La niña comenzó a vomitar sangre, y nos dijeron que tenía una hemorragia digestiva por hipertensión portal, una trombosis de la vena porta», recuerda angustiada. Y detalla, «le diagnostican una gastropatía grave y varices digestivas, y hay que volver a meterla en quirófano».
Como prosigue en su relato la madre de la pequeña de Balerma, «había tres alternativas para intentar solucionar el problema pero ninguna sirvió, y el 14 de noviembre del año pasado nos dicen que hay que ir a un retrasplante sí o sí», aunque su mayor preocupación mientras se aguarda la dura espera «es que vuelva a sangrar». Y así, tras pasar un mes ingresada en el Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba, la pequeña Mariló vuelve a estar en casa a la espera de que aparezca un nuevo donante con un hígado completamente sano, para reanudar todo el proceso.
Pese a las difíciles circunstancias, la madre de la niña, a la cual coraje y fuerza no le faltan, recuerda a la población sobre la importancia de donar, «ya sea en vida, cuando donamos médula, sangre, o cuando ya nos vamos para siempre y ya no necesitamos nuestros órganos, pero que pueden ser vitales para otros».
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