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José Ferrer Fornieles, de 92 años de edad, muestra parte de su colección de pinturas y poesías, desde su casa en Balerma.
La memoria del arte y la palabra

La memoria del arte y la palabra

No pudo hacer de su pasión su modo de vida, pero a sus 92 años de edad, este vecino de Balerma agiliza su mente a diario a través de la pintura, y la poesía

Elizabeth De la Cruz

Lunes, 15 de agosto 2016, 08:56

A sus 92 años de edad, José Ferrer Fornieles aún conserva casi intacto el último libro de texto de su época como estudiante, la Nueva Enciclopedia Escolar de Grado Segundo. «Me quedé en los quebrados», se apresura a aclarar. Porque su vida, como la de otros tantos y tantos españoles que nacieron en plena dictadura -en su caso, primero la de Primo de Rivera y después llegaría la de Franco-, tuvieron que vivir la guerra, y la posguerra, y formarse y optar a estudiar no era precisamente un camino fácil. «Siempre me gustó pintar, desde pequeño. Como mis padres se daban cuenta de ello, siempre me compraban pinturas y lápices. Yo no quería juguetes», explica este nonagenario vecino del núcleo costero de Balerma en El Ejido.

Como recuerda, «yo nací en Alhama de Almería pero a los cuatro años mi familia se mudó a Balerma porque mi padre era electricista y lo destinaron aquí». Él era el mayor de seis hermanos, y aunque quiso continuar sus estudios no pudo hacerlo, «tenía que trabajar». A partir de ese momento, José comenzó a echar una mano a su padre, «a los 15 años mi padre me subió a un poste de la luz». Gran parte de su vida también la dedicó al campo y hasta trabajó durante una década como contable. Eso sí, lo que no abandonó nunca fue la pintura. «Nunca dejé de pintar, lo hacía sobre todo al pastel o al óleo», apunta. Incluso recuerda cuál fue su primer dibujo. «Frente a mi casa había una burra y fue lo primero que pinté», desvela. Y tampoco descuidó su formación. «Me pagaba mis propias clases con un antiguo arquitecto que me enseñaba aritmética y gramática, porque también me ha gustado siempre mucho escribir». También recibió formación como radiotécnico en Barcelona. Y es que José nunca se cansó de aprender y adquirir nuevos conocimientos.

De hecho, aunque hoy ya dejó un poco de lado la pintura, y sólo dibuja algunos retratos y bocetos a bolígrafo, hace unos siete años encontró cómo dar forma a otra de sus grandes pasiones, la poesía, y desde entonces, no ha parado de escribir estrofas, inventar versos y retratar con su gran memoria cada detalle de su vida, y de la tierra que le rodea, Balerma.

Este conocido vecino expuso en varias ocasiones sus creaciones, e incluso una de sus poesías dedicada a esta población, sirvió esta semana de pistoletazo de salida a sus fiestas más grandes.

Con su libreta en mano

Cuando a José se le pregunta por la clave del éxito de su memoria o su capacidad artística que plasma cada día bien sea en el lienzo o en el papel, este no sabe dar una respuesta concreta, pero sí que ofrece una explicación al comprobar que jamás olvida en casa su bolígrafo y una libreta. «Siempre va con la libretilla», apunta una de sus nietas, Marisol Ferrer. Un cuaderno en el que lo mismo se encuentra una lista de la compra, la agenda del día, que un dibujo o boceto que el nonagenario decidió realizar en uno de sus paseos matutinos.

En el supermercado, se muestra satisfecho por contar con cierta fama entre las cajeras, quienes no pueden dejar de mostrar su asombro cuando este vecino les detalla mediante cálculo mental, cuál es el importe exacto de cada compra que realiza, antes de que ellas puedan comenzar a pasar los artículos por la cinta.

Cada día, José Ferrer realiza sus recados y vuelve a casa pronto para acompañar y cuidar de su esposa, con la que lleva toda la vida. «Es lo mejor que me ha pasado, vino de Madrid a trabajar en la finca de un médico y ya se quedó conmigo», cuenta orgulloso. Y así, día tras día, este balermero muestra con igual vitalidad, que el arte no entiende de edad, de formación o de momentos, sino de emociones que plasmar.

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