La directora de la Residencia San Álvaro apela a la «imaginación» para paliar la ausencia de material de protección y al «trabajo» para superar la crisis sanitaria
Covid-19 ·
Fabrican trajes EPI con patrones de plástico que unen con fixo y cuentan con mascarillas que cosen vecinas y pantallas 3D que imprimen particulares para protegerse y proteger a los residentesÁfrica Mateo
El Ejido
Martes, 31 de marzo 2020, 14:07
La Residencia San Álvaro, de Santa María del Águila lleva casi un mes cerrada al exterior. Mari Carmen Moreno, su directora, tomó el 9 de marzo la drástica y sabia decisión de prohibir las visitas de familiares para intentar aislar a sus 60 residentes del tsunami que se avecinaba a cuenta del Covid-19. Sólo el día 16 abrió sus puertas para acoger a dos nuevos residentes, por petición del Hospital de Poniente, ante la necesidad de liberar camas para poder atender los casos de coronavirus.
Publicidad
Mari Carmen ha estado manteniendo todo este tiempo contacto diario con dos personas a las que está muy agradecida: Isa, la enfermera de enlace de la residencia y Ana María, la médico del centro de salud. Hasta que la semana pasada, a cuenta de los trágicos acontecimientos que se han conocido en residencias de Madrid y otras comunidades, empezó el bombardeo de llamadas de los distintos organismos competentes, para interesarse por su situación, por los medios con los que cuentan Mari Carmen y su equipo para atender a sus residentes y por las necesidades a corto plazo para poder sobrellevar esta situación con uno de los colectivos más vulnerables, el de los mayores. En lugar de aliviar la presión de un trabajo complejo, «dos o tres trabajadoras se agobiaron bastante, no comían, no bebían, más o menos como yo», explica la directora de la residencia, que reunió a todo el personal para explicar todas las nuevas medidas y «tirar hacia delante, como hemos hecho siempre». La diferencia es que, en esta ocasión, sus herramientas son «imaginación, imaginación e imaginación», que es la medicina que aplican las 35 personas que trabajan en la residencia de mayores de La Aldeílla.
«Material llega poco», reconoce Mari Carmen. Tampoco hay posibilidad de conseguirlo en un mercado saturado de demanda. Por eso, «en vista de que no hay material homologado, estamos adaptando lo que nos donan y facilitan familiares y personas que se solidarizan con nosotros», relata la directora, que explica que cuentan con mascarillas de tela que han fabricado vecinas y desde ayer, caretas 3D que imprimen particulares. En cuanto a los EPI, una modista de Berja les ha enviado, para hacer batas de plástico, 30 patrones para unir con fixo las piezas de plástico que ha donado una empresa ejidense. Además, también han recibido donaciones, con las que «hemos ido comprando todo lo que hemos podido desde el 6 de marzo», detalla Mari Carmen, ya que «empezamos a comprar cosas que pensábamos que nos podían hacer falta y aprovisionándonos, ya que los pedidos que hicimos entonces están empezando a llegar esta semana». Y es que los trabajadores de la Residencia San Álvaro evitan a toda costa el contacto social. La directora vive separada de su marido y su hijo desde que empezó la cuarentena y sólo se mueve de su casa a la residencia. Lo mismo hace, en la medida de sus posibilidades, el resto de trabajadores. «Hay dos compañeros que se dedican a traer todo lo que necesitamos de la calle», detalla Mari Carmen, que ha sacado tiempo de donde no lo tiene incluso para dibujar posibles escenarios más complejos y mantener el ritmo en la residencia. Así, ha elaborado una lista de 13 familiares voluntarios para incorporarse a la residencia en caso de que algún trabajador causara baja por enfermedad o no pudiera cumplir con el trabajo. «Esto, claro, lo haríamos con la autorización de la autoridad sanitaria, pero tenemos que prever cualquier escenario, porque dicen que si nos falta personal nos lo enviarán, pero no creo que puedan tal y como se están poniendo las cosas», lamenta Mari Carmen.
Y es que la directora, una persona con gran fortaleza y optimismo, sale cada noche por la puerta de la residencia con el mismo contador en la mente: «Un día más sin problemas». Eso es lo que hace que sigan tirando del carro cada día, a pesar de las adversidades. Y es que los residentes también están descolocados. «Hay de todo; hay enfermos con demencia que no se dan cuenta de nada, sólo de que les hemos cambiado procesos, pero el trabajo más complejo lo desarrollamos con los residentes que tienen esquizofrenia o algún problema de salud mental, ya que están acostumbrados a deambular y es muy difícil que mantengan las distancias que hemos establecido de dos metros, además de que los hemos sacado de su rutina y eso les afecta», detalla Mari Carmen, que también agradece que «los enfermos que llevan más tiempo con nosotros nos ayudan mucho». En este sentido, la directora considera muy importante la colaboración de los familiares, que están muy pendientes, muy en contacto con los residentes, a través de las videollamadas. «Como las familias les cuentan que están también encerradas, los residentes entienden mejor la situación y se conforman».
Mari Carmen ha querido aprovechar para defender no sólo su trabajo, sino el de la mayoría de residencias, porque «cuidamos a nuestros residentes como si fueran nuestra familia, tenemos más cuidado con ellos que en nuestras casas». Además de los gestos de solidaridad, los trabajadores de la residencia agradecen llamadas diarias que están recibiendo de familiares de residentes que ya fallecieron y contactan para saber que todo el personal está bien y para ofrecerse por si pueden ayudar en algo. Y la directora agradece, a su vez, el trabajo de todos sus compañeros y la confianza de las familias de los 60 residentes de San Álvaro, que disfrutan del esmerado cuidado de este grupo de 35 profesionales.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión