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Cruz Roja y Cantera Sur potencian el valor del deporte como motor de inclusión social

El balonmano no entiende de nacionalidades, culturas, razas ni idiomas, une en torno a la pasión por un mismo deporte, que además hace equipo

Inmaculada Acién

El Ejido

Sábado, 19 de febrero 2022, 23:33

Ibtissam Slimani, tiene 12 años. Lleva seis en España. Sus padres emigraron a España desde Marruecos cuando ella tenía a penas dos años. Quien sí les acompañó fue su hermano mayor. Ibtissam se quedó sola con sus abuelos en Marruecos, a la espera de que sus padres pudieran encontrar trabajo, crear un hogar y generar la estabilidad necesaria para poder traerse a su pequeña. Pero pasaron cuatro años para que eso sucediera. Cuando Ibtissam Slimani llegó a El Ejido ya tenía seis años, y esa larga separación ha marcado mucho su carácter y su desarrollo, hasta el punto de afectar a sus estudios, a su relación con sus padres, principalmente con su padre en los últimos años, y a su propia autonomía.

Su madre, Mahjouba El Jalil, explica que «cuando ella estaba en Marruecos, pensaba que no la queríamos porque la habíamos dejado allí, no podía entender porqué nosotros veníamos primero», al tiempo que señala que cuando al fin llegó con seis años le costó adaptarse y le costó también la relación con sus padres.

Ese tiempo de separación se tradujo quizás en una sobreprotección que al principio parecía funcionar, pero que conforme fue creciendo Ibtissam Slimani se comenzó a convertir en un problema. «Tenía problemas para estudiar, no escribía bien, no escuchaba bien y tenía problemas de carácter con su padre».

Pero este curso descubrió el balonmano y en pocos meses, el cambio que experimentó la menor fue total. «Ahora está bien y le va bien en el colegio, arregla su cama, se ducha ella sola, tiene muchas amigas y le gusta mucho hablar con ellas, y es feliz con el balonmano», comenta sonriente y emocionada su madre, mientras la ve entrenar como cada viernes en la pista del colegio Ciavieja, junto al resto de sus compañeras del equipo Alevín Femenino de Cantera Sur Bahía de Almería.

Hasta ese momento, esta joven no había practicado nunca deporte, más allá de la clase de Educación Física en el colegio, ahora el balonmano se ha convertido en su válvula de escape y en el motor para que comience no solo a ser más autosuficiente, sino quizás a conocerse mejor a sí misma.

Elisa Morales, técnica de Cruz Roja ElEjido del Programa CaixaProinfancia, explica que tuvieron una entrevista de parentalidad positiva con la familia «dentro del programa de CaixaProinfancia, que es un estudio piloto que se hace con la Universidad de Sevilla. Estamos trabajando cuáles son las rutinas de los menores y la dificultad que tienen los padres en tiempos post-covid, tras pasar lo más duro que fue el confinamiento, y estamos valorando cómo han pasado ese tiempo en casa, si han tenido alguna necesidad, si se han roto las rutinas de sueño, de estudio, todos».

Fue ahí donde Morales descubrió la situación que estaban viviendo padres y menor. «Es una familia muy implicada con la educación de sus hijos», señala, e Ibtissam es «una chica muy inteligente, emprendedora y que quiere hacer cosas. Le proponemos que empiece balonmano y marcar una rutina».

Una decisión que meses después agradece toda la familia y que demuestra que el deporte es un potente motor de inclusión social. Un hecho que, además, se comprueba y se palpa día a día en el seno del Club de Balonmano Cantera Sur Bahía de Almería, que el año 2020, justo unos días antes de que comenzara esta pandemia de la covid-19, firmaba un convenio de colaboración con Cruz Roja ElEjido para acoger a muchos de esos niños y niñas que querían practicar deporte, pero que económicamente no podían permitírselo.

Desde entonces, muchos menores forman parte de sus equipos de base, lo que les ha ayudado a mejorar sus estudios, sus relaciones sociales y familiares y, por ende, su comportamiento.

En el caso de Ibtissam Slimani, como destaca Morales, el deporte le ayuda a cambiar la rutina, pero también «los padres empiezan a venir a recogerla a los entrenamientos, tanto la madre como el padre, a ir a los partidos, y esa relación con los padres mejora muchísimo», al tiempo que añade que a partir de ese convenio «nos encontramos con padres y madres que colaboran y que ven los beneficios del deporte, desde el control postural en clase, el esfuerzo y trabajo en equipo se ha notado, incluso las habilidades de liderazgo en niñas que las tenían, pero que estaban completamente reprimidas o aisladas».

La historia de Ibtissam Slimani es una de las muchas que encierran el equipo Alevín y el Infantil, y que hacen que el equipo sea ya parte de sus propias familias.

Raquel Cid: «En la pista se divierten, son ellas y se sienten libres»

El deporte es una gran herramienta para potenciar valores, ayudar a integrar e incluso para conocerse a uno mismo. Pero también influye cómo transmite el entrenador. Detrás del equipo femenino Alevín y del Infantil está la figura de Raquel Cid, a la que muchos padres están agradecidos y la que está consiguiendo esa unión y ese cambio que las familias y las menores necesitaban.

«Nos vamos adaptando unos a otros y vamos buscando el equilibrio entre todas, además de que todas tienen algo en común que es la pasión por el balonmano. Disfrutan, son ellas y se sienten libres, e intentamos que enfoquen sus problemas del día a día», explica Raquel Cid, quien añade que «para que estén en un parque, prefiero que estén aquí jugando y disfrutando, y sobre todo trabajar mucho en esa línea».

Y es que para ella, además de sus jugadoras, para ella son sus niñas, como sus hijas, ya que como señala, dentro de la pista son mi responsabilidad».

Sin embargo, su trabajo no se limita a ello. «A mí me han llegado muchas chicas en las que se ven carencias, en unas son problemas familiares, en otras son problemas de autoestima, pero también carencias porque no se sienten grandes», afirma Cid, y apunta el cambio emocional «brutal que experimentan cuando nos toca jugar en casa, donde es más fácil que los padres puedan ir a verlas, cómo se crecen porque está su padre o su madre, se vienen arriba y eso me emociona. Poco a poco estamos consiguiendo que vengan a verlas y que vean cómo ellas se esfuerzan. Porque ellas necesitan que los padres las reconozcan».

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